miércoles, abril 19, 2006

Hurgando en las heridas

Recuerdo el día que se acabó nuestra relación, no fue cuando lo dejamos, sino antes. Recuerdo que estabamos tumbados y te pregunte si eras feliz, me respondiste que sí, y cuando me dijiste que respondiese yo, te extrañaste de que te dijese que no. Te lo tomaste como que no eras capaz de hacerme feliz y por mucho que yo te dijese que no era por ti supongo que algo se rompió en tu interior. Yo aún creía que la felicidad era algo más que pequeñas parcelas de ella, creía en príncipes y en felicidad como algo perfecto. Tu eras mi tabla de salvación por aquel entonces, eras mi amigo, y más que eso, aunque suene a tópico, eras mi mitad, porque me dabas fuerzas para seguir, cuando la situación en casa no cambiaba y yo por aquel entonces sabía que no mejoraría demasiado. Eras mi futuro, o al menos eso parecía por aquel entonces y me aferraba a ti porque mi pasado y mi presente no me agradaban. También te quería, te quería con pasión y locura, de la manera en que se quieren los chiquillos, y tu también me querías aunque no de igual modo, siempre hubo partes de ti a las que no me dejabas entrar. A partir de entonces fuiste alejándote, quizás al hacerte la pregunta te hice meditar sobre ello, y las siguientes ocasiones la contestación que te diste no fuese la misma o quizás decidiste que era mejor que cada uno siguiese un rumbo distinto, tú también tenías tus propios lastres y no los tuyos propios, sino los de tu familia.

Yo sentía que te alejabas pero no podía hacer algo para que todo cambiase. Nos dimos por vencidos sin oponer ninguna resistencia y aunque yo dije que sí luche, lo cierto es que mentía. No luche porque no sabía como, estaba perdida, y a veces tampoco sabía porqué luchar. Me quedé esperando y lo único que hice fue protestar, decirles a los demás que te iba a dejar si seguías así, pero sin saber si era cierto o no. Empezaron las mentiras por tu parte, el intentar cambiarme, lo extraño es que no era en personalidad lo que querías modificarme, sino que me tiñese el pelo de tal color o que me apuntase a natación, como ella. Entonces fue cuando ella te parecía estupenda, no te culpo, es lógico, si no estás con alguien valoras lo bueno pero no hay frustraciones ni culpa, por aquel entonces yo me empecé a sentir atraída por otro y te lo decía de broma, aunque era más por provocarte que por algo más.
Intentabamos retenernos pero sin luchar, había amor pero no era suficiente, tu querías que yo saliese contigo más, proponías viajes juntos, que me apuntase contigo a natación, que saliese contigo de garitos, y yo no podía, quería darte libertad, que salieses con tus amigos, harta de que me echasen la culpa de que ya no fueras el de antes, de que no salieses en el mismo plan que antes, de que no te metieses y no quedases con ellos si no iba yo la mayoría de las veces. También es cierto que estaba harta de ellos de que jugasen a ser malos y a vivir peligrosamente. Tampoco quería conformarme con tenerte a medias y por eso actúe así, dejándote marchar. Lo irónico es que yo decía que estaba luchando, y así lo creía, cuando lo único que hacía era estar a tu lado cuando me necesitabas, o convencerte de que no te metieses, supongo que no sabía hacerlo de otra manera.
Los demás tampoco ayudaron mucho a que lo nuestro no se rompiese del todo, ella, tan perfecta como lo que no se tiene, y ellos que provocaban discusiones cada poco. Supongo que cuando ya no les sigues el juego es lo que quieren. Yo aún les tenía aprecio y me acuerdo que en una de esas discusiones provocadas porque yo quería viajar contigo a solas y tú con ellos de nuevo, se lo conté para que no insistieran más y lo que hicieron fue insistir en cuanto terminé de contarselo.
Pero la culpa fue nuestra, de los dos, no de los demás, supongo que siempre lo supe aunque era mejor que fuese de los demás, tuya porque no me querías lo suficiente para ponerles en su lugar, y mía por no actuar, aún no se como debería haberlo echo y eso no importa, sólo actuar, y es que tiendo a no hacerlo cuando tengo problemas, me quedo quieta y no se si es que creo que va a aparecer el hada madrina o que como suelo hacer si intento no pensar en algo es para olvidarme de que existe. Te acusé de cobarde cuando yo era parecida en eso, sólo actúo cuando no me queda más remedio que hacer algo.
Y es ahora cuando me he dado cuenta de que no luché, de que siempre hago lo mismo, antes no lo sabía, es el peligro que tiene el obligarse a no pensar sobre lo que duele, las armaduras no te protegen de ti misma, por eso no me gusta ir al médico, ni hablar de sentimientos, ni pensar sobre mí, ni sobre ti, ni plantearme algo que me importe, por eso siempre busco trabajos que no me gusten demasiado, ni mostrar lo que escribo porque si no intentas algo no puedes fracasar, y así no tengo que añadir ninguno más a mi lista. Supongo que también es por eso que al principio no le contaba a nadie que tengo ansiedad, y ahora no luche todo lo que deba por superarla enfrentándome a ella y haciendo lo que temo, que es de la forma que se supera. También creo que por fin se porqué me dio, tenía tantos miedos acumulados que de alguna manera tenían que manifestarse y obligarme a pensar. Y espero que próximamente pueda obligarme a pensar, a hacer lo que me gusta y lo que no me gusta, a descubrir quien soy y que quiero y perseguirlo, a dejar salir los miedos pero para ello tengo que abrir los candados que me puse para que salgan en vez de dejarlos dentro encerrados porque sino siguen ahí no se van y fracasaré de todas maneras porque ni siquiera intentaré nada y ya es hora de que algo cambie dentro de mí para que pueda cambiar lo demás.
Y ahora se que las hadas madrinas son gente de carne y hueso, y que sí existen.